MARZO 2006: EL COLOR DE LOS SENTIMIENTOS.
No soy hincha del Atlético de Madrid, pero la marca deportiva que ponía la pasta, intentaba cambiar el diseño colchonero de la camiseta de toda la vida. Escribí una carta reivindicando las "tradiciones". (publicado en Marca el 16-3-06).
De niño el fútbol era para mí un juego sin igual; a medida que fui creciendo el balón se transformó en amigo y confidente. Ahora que soy mayor he llegado a descubrir que el fútbol, desde siempre, fue un especial sentimiento y hoy, sin duda alguna, lo es más que nunca.
También me percaté de que ese fútbol que vive en cada uno se tiñe de los más variados colores. Para unos, los más nostálgicos, tal vez tenga que ver con el matiz sepia de aquellas canchas de arena, perdidas ya en la memoria o con viejas fotografías en blanco y negro; para otros, con aquellas tardes grises y lluviosas de invierno; para algunos, con el brillo del césped los domingos por la tarde...; seguro que para muchos con las franjas de la camiseta de sus amores.
Recordé entonces lo que afirmó el poeta -¡qué razón tenía!-: “Poderoso caballero es Don Dinero”. A lo que el saber popular respondió: “con los sentimientos no se juega”. Y mucho menos -añado yo desde mi pupitre- con el sentimiento de una afición que ha demostrado, junto al Manzanares, tener un corazón grande y rojiblanco, pero con rayas verticales.
(Por cierto y para que nadie se confunda, el color de mis sentimientos futboleros poco tiene que ver con ninguna camiseta, pero -la cosa va de refranes- “lo cortés no quita lo valiente”).
Un saludo para todos los “atléticos”.
JUNIO 2006: ESPAÑA 4 - UCRANIA 0
Enviado al suplemento XL de los domingos. No se publicó.
Es muy probable que al terminar de leer estas líneas los estudiosos me tilden de ignorante; los doctores en la fe, de sacrílego; los exquisitos, de ordinario, y los ortodoxos, de vulgar. Antes de que lo hagan, les confesaré que el otro día el fútbol, manifestándose de un modo concreto en los cuatro goles que la Selección Española le endosó a Ucrania, fue capaz -gracias a ese misterioso matiz redentor que acompaña a cualquier balón-, de hacerme olvidar el calor insoportable que, como si se tratara de un travieso copiloto, se había instalado sin permiso en la cabina del camión con la intención de incomodarme durante todo el viaje. Como tantas otras veces, el fútbol, que en este caso fluía a través de la radio, consiguió vapulear a aquel individuo, que era yo, aburrido y mosqueado por no poder disfrutar del partido en directo, y transformar el tedio y la rutina en emoción y alegría manifestada en gritos, golpes en el volante y monólogos descabellados con el acompañante invisible que habita en cualquier vehículo. Hasta cuatro veces se repitió esta acción rocambolesca.
Así que, señores sabios, expertos en humanidades y comportamientos, si lo prefieren prosigan con sus calificativos y disfruten con sus menosprecios hacia los amantes del balón... pero a mí, por favor, como a los cientos de miles de niños del planeta, acérquenme una pelota de fútbol.
OCTUBRE 2006: AGÜEROS, ROMARIOS Y RAÚLES.
Envié un comentario al Diario Marca, en respuesta a una pregunta que proponían en la página tres.
¡Qué lindo observar a Agüero en la portada de Marca el día 5 de Octubre de 2006! Con su sombrero porteño y todo. Más bonito aún el consiguiente montaje de las páginas posteriores en donde se compara la portería del Bernabéu con aquella de Villa Itati, potrero en el que el Kun empezaba a despuntar. Todo ello para ensalzar el fútbol de barrio, el genuino, el primario, aquél en dónde no existen cortapisas, ni tácticas ni corsés, ni entrenadores temerosos, ni aficionados estresados, ni mezquinas obsesiones por conseguir los tres puntos como sea…
Agüero me recuerda a Romario, tal vez por sus cortas y arqueadas piernas. Y Romario me transporta al Brasil de las favelas donde crecen los niños entre el barro y la suciedad mientras juegan al fútbol con pelotas de trapo, botes de conserva o lo que pillen a mano. Sus vecinos, los argentinos, no paran de presumir de los orígenes de Maradona y sus compatriotas (Tévez, el propio Agüero, Riquelme…) criados en las villas miseria, nacidos para el fútbol en los baldíos desamparados de las grandes ciudades. Podríamos seguir enumerando otros países, pero no creo que sea necesario. Aterrizando en territorio español, Raúl, mientras sigue suscitando eternos debates sobre su estado de forma, su convocatoria por parte del seleccionador, etc. (¡cuánta tinta y cuánta saliva malgastadas!) se erige como el símbolo, el máximo representante del fútbol que todos conocemos, más que nada y aunque parezca de cajón, porque lo hemos experimentado en nuestras propias carnes. Sí, el fútbol de los patios de los colegios o las aceras de cualquier ciudad; el de las canchas de arena y los madrugones en domingo… Desde los diecisiete años, Raúl, se ha codeado con los más grandes y ha sido capaz de sobrevivir y destacar en diferentes épocas junto a figuras de renombre. A lo mejor, no lo sé, deberíamos incluir estos pequeños datos a la hora de juzgarle tan peregrinamente. Posiblemente no estaría de más que el representante de nuestro fútbol fuera incluido en la lista de seleccionados, aunque luego no juegue. De todas formas, para mí, más importante es el respeto hacia su persona que el que vaya o no convocado, y eso me parece que se está perdiendo fruto de la amnesia popular y la falta de fundamento a la hora de juzgar a nadie.
Quizás, hablar de símbolos en estos tiempos tan urgidos por los resultados suene estúpido y descerebrado. Tan descerebrado como la vaselina que intentó Agüero frente a Casillas en el derbi. (¿Y si la mete?). Tan estúpido como estos párrafos que pretenden defender la libertad, la supervivencia de ciertos códigos y la importancia de determinados símbolos -como Raúl- que representan el sentir de muchos niños jugando a cualquier hora en su barrio, primitivos, como la pelota, y despreocupados. Recuerde que usted, hace ya unos cuantos años, era uno de ellos. ¿O acaso también perdió la memoria para estos menesteres?
OCTUBRE 2006: GÉNERO SCRAT
Esto entra dentro del capítulo de mis ocurrencias peregrinas, pero como no figura en ningún libro aunque sí en las intenciones y entre las líneas de los textos, debo ser fiel a aquél individuo que lo escribió hace ya cinco años. Era yo, con 43.
El sábado veintiocho de octubre de 2006 tuve la desfachatez de ponerle nombre a mi estilo de escribir. En la cubierta de uno de mis cuadernos de notas apunté literalmente: “hoy nace el género Scrat”, haciendo mención a la increíble y divertida ardilla coprotagonista de “La edad de hielo”, y a su capacidad para acaparar la atención del espectador que, tras la primera aparición, olvida el resto de la película y no desea otra cosa que ser testigo de las interminables peripecias de aquella, obsesionada con sus escurridizas bellotas.
Hasta entonces había buscado explicaciones a mi quehacer como escribano. A saber, la típica y consabida necesidad de contar historias, de componer canciones sin música acerca de lo cotidiano... Invadido por el espíritu de la ardilla me di cuenta de que mi única intención era la de sorprender al lector, tal vez porque siempre adoré las sorpresas (agradables) -a pesar de convivir a diario, sumergido en la rutina, con su ausencia-. Cada vez que me sentaba ante el teclado todo mi afán se centraba en imitar a la ardilla: hipnotizar al lector y conducirle hacia finales completamente imprevisibles e inesperados.
Lo que en octubre designé tímidamente como una peculiar manera de expresarme, hoy se ha convertido en un sofisticado vicio, en una poderosa razón de ser, en una alternativa casi mística para endulzar la monotonía y la aburrida uniformidad que sobrevuela cada semana.
Por todo esto, si al final de leer lo que (te) escribí, me dices que reíste, lloraste, pensaste, vacilaste, te aburriste, pero no te sorprendiste, consideraré mi particular fracaso, y que otra vez será.
ENERO 2007: MUESTRARIO
Harto de gastarme el dinero enviando manuscritos a las editoriales, ideé una especie de catálogo con una muestra de los libros de fútbol escritos hasta la fecha. Me salió un documento de 54 páginas que ahora mismo no recuerdo si lo envié por mail o simplemente lo preparé por si alguien me daba bola. Bueno el caso es que la presentación me salió coqueta. Aquí queda. De aquí nacería el muestrario que luego llevé a la feria del libro de Madrid del mismo año.
Hubo una época en que las casas se vestían con papel pintado en las paredes y moquetas en los suelos. Todavía, aunque la memoria nunca fue mi fuerte, recuerdo la tienda en donde mi padre y mi tía peleaban con aquellos enormes muestrarios intentando informar a los clientes sobre lo más apropiado para decorar el hogar. De cualquier manera, a pesar de la envergadura de estos, siempre resultaba más cómodo que pelear con doscientos rollos de papel, sobre todo si se trataba de papel francés. No digamos nada si la lidia era contra enormes moles de moqueta enroscada.
Cambiando de gremio, aunque aquí no viene al caso hablar de caducidad, las y los modelos que pretenden abrirse paso en el mundo de la moda, preparan con esmero sus “books” personales e intransferibles en donde se recopilan sus mejores fotografías y sus poses más sugerentes.
El particular muestrario que presento a continuación, una especie de “book” literario y desquiciado -no sé si en realidad se trata de una brillante ocurrencia o de una horterada para enmarcar- alberga una finalidad básicamente económica. Mi intención, no aburrir a nadie con un montón de páginas -las correspondientes a cinco manuscritos y medio-; por tanto, estarán ustedes ahorrando tiempo. Por otro lado, intento no arruinarme a base de sacar fotocopias, encuadernarlas e imprimir portadas de colores, conformando así unos bellos folletos cuyo implacable destino será algún destructor de papel o un despiadado contenedor de reciclaje. Además, pretendo así mismo evitarles la tediosa y a menudo ingrata -por no decir hipócrita- tarea de escribirme una carta agradeciéndome la confianza y deseándome suerte en nuevos intentos. Encima, en un alarde de caballerosidad por su parte, deberán cargar con los inoportunos gastos de los portes, para devolverme el fracasado ejemplar religiosamente. Éste no es preciso que me lo reenvíen. Quédenselo si les interesa o reciclen sin miedo. Al fin y al cabo, es un simple muestrario.
Por si no lo dije antes, y creo que lo olvidé, escribo sobre el fútbol -supongo que la portada da pistas sobre ello-, tal vez un buen pretexto para reflejar mi forma de ver la vida y mostrar una profunda convicción relacionada con el carácter redentor de este juego universal. No me detendré para soltar la perorata de que aprendí a caminar con una pelota en los pies y toda esa serie de frases típicas que usamos los futboleros para afirmar que nuestra vida siempre estuvo ligada a un balón de reglamento y que con los años, el fútbol traspasó el umbral de la diversión para convertirse en un particular sentimiento.
Escogeré dos o tres textos, de esos que salpican cualquiera de los libros. Ellos ayudarán a comprender la personalidad del autor y su espíritu tanguero, en el cual se entremezcla lo romántico, lo nostálgico, lo íntimo y lo contradictorio: mientras uno empareja el fútbol directamente con el espectáculo, el disfrute y la alegría, se observa cada vez más melancólico y alejado de la realidad imperante, de manera casi mística, cuando rodea el patio de un colegio o se enfrenta a las páginas del diario deportivo,
Podría incluir también alguna de mis fotos para que se pudieran asociar esta sarta de ocurrencias con un rostro, pero ya indiqué que, aunque tuviera alguna semejanza, esto no se trata de ningún “book”. Además siempre fui partidario de salvaguardar esa pizca de misterio que permite al escritor resguardarse escondido tras el papel.
El siguiente, “De cómo el fútbol se convirtió en sentimiento”, participó en el cuarto certamen y no consiguió nada. Aún así, asistí a la entrega de premios espoleado por ciertos códigos internos que dictan que “lo importante es participar”. Aunque fuera literatura, se apellidaba deportiva y, por tanto, tocaba ser coherente, a pesar de que uno se sintiera ridículo rodeado de “premiados” y gente importante del deporte y las letras.
De estos dos nació “Fútbol para antes de dormir”, una recopilación y remodelación adaptada al sector juvenil. A mi modo de ver, las introducciones a las distintas partes de las que consta el trabajo son una gozada. (De vez en cuando hay que autoelogiarse; los psicólogos aseguran que se trata de un sano ejercicio). Añadiré dos de ellas cuando toque.
Casi a la par -andamos ya por abril de 2006- termino “El viejo balón de reglamento”, dedicado a las generaciones que entienden lo que significa hablar de nostalgia cuando uno se asoma a la cruda realidad y comprende que debe resituarse en el juego y enriquecerlo con su experiencia.
Así, los jóvenes tenían su libro y los adultos el suyo, aunque perfectamente pudieran intercambiarse. Todos contentos, menos yo, ¡cómo no!
Debería haberlo dicho ya a estas alturas, pero leí y leo mucho sobre fútbol, más que nada para no repetir lo que dijeron otros, y si lo hago, intentar aportar una perspectiva diferente. No obstante, nunca me sedujeron las novelas de fútbol. Atacado de nuevo por ese virus de la contradicción, decidí probarme e intentar escribir algo seguido que abandonara el relato corto por una vez. Nació entonces “El último pisador”, mi novela, por llamarla de alguna forma.
Convencido de que no era lo mío, y eso que quedé muy satisfecho por el resultado de aquella, decidí volver a las narraciones breves, a las crónicas sobre el fútbol escondido, al “Fútbol mínimo”. Hasta la fecha sólo escribí cincuenta folios. Aunque no esté terminado ni siquiera corregido lo que ya redacté, he juzgado oportuno incluirlo en este muestrario. Además, así me cuadraba mejor la portada.
A continuación, comenzaré con algún relato, como ya apunté más arriba, referente al autor. Puesto que “Fútbol para antes de dormir” recoge prácticamente la totalidad de los dos primeros trabajos, omitiré los capítulos pertenecientes a ellos. De los tres, o mejor dicho, de los dos y pico que restan, intentaré escoger unas muestras representativas, a sabiendas de que ni un retal, ni tan siquiera un rollo de papel extendido pueden comparase con la visión completa de una habitación completamente decorada, con su papel impecablemente casado en la pared, con su moqueta en el suelo, con sus cuadros, sus lámparas y sus jarrones chinos, o de donde sean.
SETIEMBRE 2007: JUGAR(VIVIR) A OTRO RITMO
Envié el recorte al suplemento dominical de EL PAÍS. No se publicó.
Para los desinformados, hablar hoy en día de fútbol obliga a utilizar términos como eficacia, esfuerzo, preparación física, velocidad y resultados. Riquelme, uno de los mejores futbolistas de la actualidad (y de la historia), comenzada ya la Liga se ha quedado fuera de la competición entrenando en solitario e intentando asimilar su condición, a mitad de camino entre la marginación y el exilio. ¿Paradójico? Más diría yo: sintomático. Referirse a este jugador conduce a emplear principalmente dos expresiones: jugar a otro ritmo y convivir con la pausa dentro de la cancha. Pero no quiero tratar de fútbol -para eso ya tenemos los diarios deportivos-, no vaya a ser que los listillos de pro me tilden de simplón o ignorante. Pretendo ahondar en nuestra liga personal que comienza en setiembre. Una nueva oportunidad para VIVIR A OTRO RITMO y dar cabida a la PAUSA en casa, en la fábrica, en la oficina, en el colegio... Un nuevo curso para continuar haciendo lo mismo de siempre -no nos dejan otra alternativa-, pero de forma diferente, con la convicción de que se pueden hacer las cosas intercalando un segundo de calma, una mínima dosis de sosiego, un minúsculo paréntesis de paz, sin por ello caer en la dejadez o la ineficacia. La posibilidad de proclamar que si el resultado es importante, tanto o más lo es el modo en que se consiguió. También así nosotros podemos ser los mejores -como Riquelme- aunque nos invada una leve sensación emparentada con el abandono, la incomprensión o el olvido.
MAYO 2007: SUPLEMENTOS Y COMPLEMENTOS.
Se publicó en el suplemento dominical de El País el 23 de mayo, bajo el título "Lujo bajo la lluvia" tergiversando todo lo que yo decía, puesto que era una crítica al contenido de dichas revistas dominicales, manipulando así mis intenciones reales. Subrayé lo que omitieron para constatar la manipulación de mi relato.
Exclusivos relojes de diseño; sillones y mesas minimalistas; cachivaches -ahora llamados gadgets- tecnológicos rotundos, apabullantes; perfumes, fragancias, cosméticos arrebatadores; vestidos y modelos de ensueño; motos, automóviles, deportivas, ordenadores, viajes... Complementos inaccesibles, en definitiva. Balsámico y seductor el aroma procedente todo él de las propuestas pertenecientes a las páginas finales del suplemento semanal que me acompaña mientras saboreo un café que sabe a domingo y a lluvia. Desayunado y aturdido tras contemplar tan fastuoso escaparate me dispongo a dar un paseo terapéutico por las calles mojadas de mi ciudad. Me encuentro entonces con la pareja de ancianos recién salidos de la misa de once donde, tal vez, se haya proclamado aquello de “bienaventurados los pobres y sencillos de corazón”. Al doblar la esquina tropiezo con un adolescente despistado que echa las cuentas para ver cómo organiza la paga semanal. En la acera de enfrente corre hacia la panadería una bella mujer con su hijita y su paraguas. Dentro del bar, una cuadrilla de amigos departen sobre el partido del sábado, en torno a un vermouth y unas aceitunas. Todos ellos portan bajo el brazo el suplemento dominical aún sin leer que les espera con una ¿desagradable? sorpresa recubierta de lujo y exquisitez. Mientras tanto, continua lloviendo y el lunes, agazapado y marrón, aguarda su turno paciente y envuelto de rutina.
JUNIO 2008: VERANO AZUL... OSCURO
Para el concurso de microrrelatos propuesto por el País Semanal con el objetivo de refrescar el verano del personal.
A ti, que descubrirás cierto aire de compasión en los otros cuando comentes que este año no tocan vacaciones. A ti, que observarás con cinismo y desinterés los anuncios de viajes, bikinis y bronceadores. A ti, que seguirás lidiando con el despertador, la calculadora, el extracto bancario, la bonoloto. A ti, que te cagarás en el euro, la hipoteca, el precio del petróleo y sus respectivas putas madres. A ti, que deberás asimilar que el descansar unos días pasó de ser un derecho merecido a un lujo deficitario. A ti, cuyo aliciente consistirá en encontrar un buen libro, una cerveza fresquita y alguien con quien compartir que se trata, también en verano, de aprender a convivir con estas pequeñas derrotas.
JUNIO 2009: SI LES MIENTE LA VIDA...
Para adornar la contraportada de Tres relojes de arena, en versión manuscritos, se entiende.
Era también una manera lírica de expresar lo que significaba el libro para mí.
Si les miente la vida, se hacen parapetos con poemas”. (Manolo García)
Gracias por compartir una vez más
esta mentira de papel y tinta,
estos poemas escritos en prosa,
este parapeto con forma de libro,
esta letanía incompleta que puede que huela a tango.
OCTUBRE 2009: UN MAIL A CAMBLOR
Que puede que refleje la intimidad de un individuo como yo. Durante dos años largos o más, entre 2008 y 2010 participé activamente en el blog de Isabel Camblor, alias Cenicienta. Además le escribí numerosos emails en donde compartía esa desazón y esa ilusiones relacionadas con la vida y con la literatura. Después bajé el pistón, me invadió la vagancia y la falta de inspiración para elaborar comentarios sugerentes. No obstante, sigo (y seguiré) en contacto con ella. Fue la primera del mundo de la literatura que se dignó a escucharme, y eso pertenece a los detalles que nunca se olvidan. Además es una bellísima persona que con el tiempo se convirtió en una gran amiga en la distancia. He seleccionado este relato por estar ambientado en el Oihuka, ese bar en donde los sábados por la mañana temprano escribo cosas que no necesariamente salen en los libros, y que a veces desembocan en el correo de los amigos.
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| Desayuno ritual y obligatorio |
Por lo demás sigo por aquí, por donde siempre, sin novedades, intentando descifrar si la mayor novedad, tal vez la mejor sea que no las haya, es definitiva continuo con el mismo discurso de casi todos los mails, intentando eso sí transmitir a mis amigas que las añoro y que desearía estar con ellas más a menudo, bueno para eso está Internet; me hubiera gustado, en plan Robinson con su Viernes al lado, introducir este mensaje dentro de una botella y lanzarlo al océano a ver si te llega húmedo y con sabor a sal; acabo de pedir un café con leche en el bar de Iñaki, es temprano, no hay mucha gente, ni tan siquiera borrachos que vagan por la madrugada aturdidos por la claridad, de haber estado aquí conmigo hubiéramos podido tratar sobre las botellas y los mensajes que nunca llegan, como no es así, te escribo, tal vez sea escribir por escribir, intentando que surja algo ocurrente, son muchas las canciones que salpican la vida sin un estribillo coherente, a veces damos con las estrofas pero no encontramos la melodía y nos pasamos las horas jugando a componer pequeñas obras sin arte envidiando la lucidez de los poetas capaces de trabar en una sola línea los sentimientos de una larga temporada; la barra del bar está repleta de pinchos y de bollería recién hecha, sería alucinante que ahora mismo aparecieras por la puerta, sé que estás lejos y no lo vas a hacer, de cualquier forma dejaré pagado un desayuno para ti antes de irme, si te sientas en la segunda mesa empezando a contar desde el fondo mira a ver si no han vaciado el cenicero, el sobre del azucarillo lleva un mensaje escrito dentro, no creo que a nadie, sin previo aviso, se le ocurra rebuscar entre los desperdicios y las colillas que no fumé, es preferible continuar esperando acurrucados en nuestra orilla a que desembarque en la arena una botella magullada, aunque seguramente llegará vacía, sin mensajes, ni etiquetas, sin ni siquiera el tapón, mientras tanto terminaré mi café esperando que llegue el día para compartirlo contigo, deseando transmitirnos las estrofas imposibles que aparecen en medio de la calle y del ruido, en ese preciso instante en que no llevamos ni bolígrafo ni papel para apuntarlas.

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